Viviste con la cruz como bandera,
sembrando fe con paso decidido,
con voz serena y alma verdadera,
fuiste del pobre el brazo y el abrigo.
En cada gesto humilde, tan sincero,
reflejo fue tu amor por la bondad,
tu mano abierta, firme y sin sombrero,
tocó la herida humana con piedad.
No alzaste trono, sino el Evangelio,
ni usaste cetro, usaste compasión,
y en cada esquina del dolor más serio,
dejaste huellas llenas de perdón.
Tu risa simple, limpia de arrogancia,
se hizo camino, paz y claridad,
y aunque callaste el ruido de la instancia,
tu eco vive en la humanidad.
La tierra llora, sí, pero agradece
al siervo fiel que no buscó esplendor,
tu luz no muere, crece y resplandece
en cada acto humilde de amor.
Descansa ya, pastor de los sencillos,
en brazos de aquel Rey al que serviste,
que el cielo cante con celestes brillos
la vida noble y pura que ofreciste.
El pueblo guarda viva tu memoria,
y el alma se arrodilla en gratitud,
que tu legado florezca en la historia
como semilla fértil de virtud.
Ve en paz, Pastor, bajo el manto divino,
la eternidad te acoge sin dolor,
y en cada rezo, humilde y cristalino,
revive tu legado de valor.
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