Con voz de río que susurra al viento,
despiertan sueños en la oscuridad,
su paso firme deja buen cimiento,
cultivan mentes con serenidad.
Son como el sol que al alba da esperanza,
pacientes como el roble al resistir,
con cada error renace la enseñanza,
y cada acierto invita a sonreír.
Tienen la fe del agua entre las piedras,
que halla camino aunque parezca gris,
y en sus pupilas brotan luces quedas,
cuando un alumno dice: "¡Soy feliz!"
Sembrando letras como lluvia fina,
tejen futuros sin mirar atrás,
y hallan su gloria cuando ya camina
quien antes tropezaba sin compás.
No buscan oro, fama o pedestal,
su premio es ver florecer la razón,
como una flor creciendo en arenal
gracias al sol de su dedicación.
Son faro en medio de la noche oscura,
guiando con amor y con valor,
su voz serena cura la amargura,
y da al errante rumbo y esplendor.
Como la luna cuida desde lejos,
velan por cada paso sin cesar,
aunque reciban poco sus reflejos,
nunca se cansan de iluminar.
Su aula es un bosque lleno de secretos,
donde germina el arte de pensar,
y en cada niño siembran mil sonetos
que el tiempo sabrá interpretar.
Son lluvia dulce en tierras agrietadas,
brisa que calma el llanto y el dolor,
y aun en batallas duras y calladas,
defienden siempre al sueño y al honor.
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