jueves, 28 de febrero de 2013

Cicatrices de amor

 
Era un día coluroso de verano decidió ir a nadar en la laguna detras de su casa. Salió corriendo por la puerta, se tiro en el agua y nadaba feliz.
No se daba cuenta que un cocodrilo se le acercaba. Su mamá desde la casa miraba por la ventana, y vio con horror lo que sucedía.
Oyéndolo, el niño se alarmó y viró nadando hacia su mamá. Pero fué demasiado tarde. Desde el muelle la mamá agarró al niño por sus brazos justo cuando el caiman agarraba de sus piernitas. La mujer jalaba determinada, con toda la fuerza de su corazón. El cocodrilo era má fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada y su amor no la abandonaba. Un señor que escuchó los gritos se apresura hacia el lugar, con una pistola mató al cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo llegar a caminar. Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si le quería enseñar las cicatrices de sus pies. El niño levanto las colchas y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo se remangó las mangas de la camisa y señalando hacia las cicatrices de sus brazos le dijo: "Pero las que usted debe ver son estas". Eran las marcas de las uñas de su mamá que habían presionado con fuerza. "Las tengo porque mamá no me soltó y me salvó la vida".

Nosotros también tenemos las cicatrices de un pasado doloroso.

Algunas son causadas por nuestros pecados, pero algunas son la huella de Dios que nos ha sostenido con fuerza para que no caigamos en las garra del mal.

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