lunes, 20 de agosto de 2012

ADIOS PAPITO

Siempre tuve miedo que pasara, huí muchas veces de mis propios pensamientos; como si negándome a aceptar la realidad pudiera evitar los acontecimientos; pero no fue así: la vida sigue su curso, y los planes que Dios tiene para cada quien no los cambia ni los miedos ni los mejores deseos de nadie.
La llamada llego, ese sonar diferente del teléfono se dio. Se paraliza el corazón. Alguien mas y no yo sigue escuchando, sin hablar sin preguntar, porque ya se el final. Las palabras siguen cayendo una a una, son dichas con el mismo dolor que las escuchas. Es un momento que nunca olvidaras, el frío se vuelve mas frío. La lluvia cae con más intensidad.

Se vale ser cobarde, no lo aceptes, asegúrate que no es un mal sueno. Pero la realidad no miente: a donde llame me contesta el silencio y lágrimas. No se puede hacer nada, eses es un golpe de la vida que te derrumba hecho nada en un rincón.
La distancia es mucha y hay que salvarla. Aun con una pesada loza en el alma hay que preparar un viaje de retorno que nadie quisiera hacer.
Se abren y se cierran puertas según el deseo de Dios. Y hasta lo que parecía imposible se volvió posible, porque Dios es así. Y nos fuimos todos juntos, envueltos en ese inconfundible color del dolor. Hablando sin hablar, viendo sin ver. Nadie pide consuelo, nadie lo brinda; pero todos nos sostenemos de todos. Una palabra, un ademán, nos puede derrumbar. Como esas fichas de domino que al caer una, caerían todas las demás.
Llego su adiós, un adiós al que nunca tuvo miedo. Pero nosotros si.
Lo quiero imaginar en el cielo, rodeado de sus seres queridos que adelantaron el viaje… en la plenitud de su vida, en su mejor momento. Sin ningún dolor. Cuidándonos, viendo por nosotros desde ese mas allá claro y azul que prometen a los seres que no deben nada.
Un día voy a ir, un día voy a llegar, allá: a su nuevo hogar, y estoy seguro que cuando me vea dirá: “ese es m’hijo” y con una sonrisa me conducirá despacito, como cuando entraba a su cuarto y se recorría en su cama diciéndome: “ven mijo, sientate aqui”.

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