Había
una vez un arqueólogo en África. Vino a la India en peregrinaje; a los
Himalayas, particularmente a los templos y estructuras antiguas, los cuales son
muy difíciles de alcanzar; y en aquellos tiempos mucho más. Mucha gente
simplemente no volvía; se llegaba a través de pequeños senderos al borde de
precipicios de 3.000 m. de profundidad, con nieves perpetuas. Tan sólo un
pequeño resbalón y todo habría acabado.
Ahora las cosas están mejores, pero en
el tiempo del que estoy hablando era muy difícil. El hombre iba cansado, aún
llevando muy poco equipaje (porque llevar mucho equipaje a esas alturas se hace
imposible); según el aire se va volviendo más fino, se hace más difícil
respirar.
Delante
de él, vio a una niña que no tendría más de diez años, cargando a un niño, muy
gordito, sobre sus hombros. Ella iba sudando, respirando pesadamente, y cuando
el hombre pasó a su lado le dijo: Niña, debes de estar muy cansada. Llevas
mucho peso sobre ti.
La niña
le respondió: Tú eres el que lleva peso, esto no es un peso, esto es mi
hermanito.
Reflexión:
¿Sabes?
Muchas veces pensamos que no podemos llegar delante de Dios por miedo a que
seamos una carga para Él, pues pensamos que al igual que el nuestro, el amor de
Dios es limitado y condicionado. El amor de Dios es tan grande que no lo puedes
entender, solamente aceptar. Siempre que el enemigo te haga pensar que Dios no
tiene tiempo para ti y que eres una carga para Dios, debes recordar que Dios no
lleva "cargas", te lleva a ti que eres su creación, y en cuanto al
tiempo es solamente una limitación de nosotros los humanos.
Hay una
historia que dice que si cada dos mil años un pájaro llegaba a la cumbre de la
montaña mas alta del mundo, y raspara dos veces su pico en la cima de la misma,
se dice que cuando el pájaro gaste por completo la montaña habrá transcurrido
un segundo de la eternidad.
Afortunadamente
el amor de Dios no se gasta, y esta latente por siempre...
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