Un hombre después de pensarlo se decidió a reparar
una vieja casa que tenía en una granja. Entonces, contrató a un
carpintero que se encargaría de todos los detalles logísticos de
restauración.
Un día decidió ir a la granja, para
verificar como iban todos los trabajos. Llegó temprano y se dispuso a
colaborar en los quehaceres que realizaba el carpintero. Ese día parecía
no ser el mejor para el carpintero. Su cortadora eléctrica se había
dañado, haciéndole perder dos horas de trabajo. Después de repararla, un
corte de electricidad en el pueblo le hizo perder dos horas más de
trabajo. Tratando de recuperar el tiempo, partió dos cierras de su
cortadora. Ya finalizando la jornada, el pegamento que disponía no le
alcanzaba para mezclar su fórmula secreta de acabado.
Después de un día tan irregular, ya disponiéndose
para ir a su casa, el camión se le negaba a arrancar. Por supuesto, el
dueño de la granja se ofreció a llevarlo. Mientras recorrían los
hermosos paisajes de la granja, él iba en silencio meditando. Parecía un
poco molesto por los desaires que el día le había jugado.
Después de treinta minutos de recorrido
llegaron a la casa del carpintero, y de sorpresa lo invitó para que
conociera a su familia. Mientras se dirigían a la puerta, el carpintero
se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, de color verde intenso y por demás hermoso. Tocó varias ramas con sus manos, mientras admiraba sus preciosas hojas.
Cuando abrió la puerta, ocurrió una
sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas y
alegría. Sus hijos se lanzaron sobre él, dando vueltas en la sala. Le
dio un beso a su esposa y lo presentó. Le invitó un refresco y una
suculenta empanada. Ya despidiéndose, lo acompañó hasta el auto.
Cuando pasaron nuevamente cerca del árbol, la curiosidad fue grande y le preguntó acerca de lo que había visto hacer un rato antes. Le recordó su conducta con el árbol.
¡Ohh!, ese es mi árbol de los problemas, contestó.
Y luego procedió a explicar y dijo: sé
que no puedo evitar tener dificultades en mi trabajo, percances y
alteraciones en mi estado de ánimo. Pero una cosa si es segura: Esos
problemas no pertenecen ni a mi esposa y mucho menos a mis hijos. Así
que simplemente los cuelgo en el “árbol de los problemas” cada noche
cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo nuevamente, porque
tengo que solucionarlos. Lo divertido es, dijo sonriendo el carpintero,
que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que
recuerdo haber colgado la noche anterior.
El dueño de la granja se subió a su
auto, meditando sobre la estrategia del carpintero para ser más feliz y
evitar contaminar el hogar con los problemas laborales. Entonces se
dijo, valió la pena el paseo de hoy.
Llegó a la granja y se dispuso a seleccionar su árbol de los problemas. Y desde entones cada vez que llegaba a su hogar ya saben lo primero que hacía.
“Tenemos que saber que el
mundo sólo se puede captar mediante la acción y no la contemplación. El
impulso más poderoso, en el ascenso del hombre, es el placer que le
produce su propia habilidad. Gocemos haciendo lo que hacemos bien, y
habiéndolo hecho bien, gocémonos haciéndolo mejor y lo que no sabemos
aprendámoslo y gocemos aprendiendo y luego seremos mejores porque
habremos aprendido con gozo”.
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