En lo profundo de un Granero antiguo, una chispa despierta al fuego.
Las llamas crecen como lenguas rojas que devoran el de la noche. Entre la oscuridad y el humo, unos pequeños ratoncitos, chillan atrapados sin salida, un gato negro de pelaje esponjoso y mirada sabia.
Escucha el llamado del peligro. Él, quien en otro tiempo habría sido su cazador. Hoy es su esperanza . Sin dudar.
Se lanza entre las llamas, esquiva vigas caídas, atraviesa cortinas de humo y llega hasta ellos.
Con suavidad, empuja a cada ratoncito hacia una pequeña salida entre tablas. Uno por uno, los guía fuera del infierno.
Cuando el último se pone a salvo, el fuego ruge más fuerte, pero el gato no se rinde, salta, corre.
Y en un último aliento, escapa justo antes del colapso. Afuera, el viento sopla, los ratoncitos miran atrás y allí está el chamuscado, jadeando pero de pie.Esa noche el Granero ardió, pero también ardió algo más, la prueba de que el alma puede más que el instinto.
A veces el eco de un maullido puede ser el sonido más noble del mundo.
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